12 enero 2022

NOCHES Y DÍAS DE DICIEMBRE SUPERADOS.

 

Francisco Francés Torrontera, redactor, fotografía, fotógrafo, freelance, defensa, ejército, helicópteros, aeronáutica, aviación, operaciones especiales.

Son ya casi dos semanas de actividad sin descanso y cuerpo y mente compiten entre sí para permitir al alumno continuar adelante.

Los días de diciembre son cortos lo que favorece la alianza del guerrillero con la noche como el perfecto binomio. Metidos en la oscuridad han iniciado su décima noche que van a pasar realizando un patrullaje que les llevará hasta un nuevo día. Por delante diez horas en las que moverse sigilosos aplicando los conocimientos adquiridos sin dejar lugar al cansancio, al sueño o al frío. Deben establecer una base de patrullas en un punto concreto, a una hora determinada. Frente a ellos senderos, barrancos, ríos y oscuridad por los que dejar únicamente su silenciosa huella. Tendrán que mantener su concentración en todo lo que observan a través de sus visores nocturnos navegando sin dilación, manteniendo los rumbos correctos. Solo transitarán por bosques y senderos sin ningún contacto con zonas habitadas.

Cada patrulla “patea” por la ruta planificada horas antes al abrigo del aula. Entre 18,5 y 21 kilómetros que culminarán teniendo que atravesar el río Aragón cuyas aguas bajan directas del hielo y nieve acumulados por todo el valle del mismo nombre y las laderas y picos que lo forman. Pasan algunos minutos de las 06:30h locales y en el punto seleccionado para vadear se posicionan los primeros hombres para establecer seguridad antes del cruce. Organizados y actuando como se les ha enseñado se agrupan y sin dilación cruzan de orilla a orilla.

No importan los 5º bajo cero ni la temperatura del agua. El punto sobre el que han de terminar el tema está al otro lado del Aragón. Es ahí donde les esperan.

El frío cortante del agua comienza a subir por los pies desde el momento en el que las botas se sumergen en la orilla. Ese frío sigue subiendo a la misma velocidad que se empapa el uniforme. La respiración se acelera y los músculos se tensan y agarrotan haciendo más torpes los movimientos. La oscuridad ralentiza la marcha obligando a invertir el tiempo necesario para evitar un mal paso que provoque la caída en pleno cauce.

Cada segundo en esas aguas es sentir una aguja que se clava sobre la piel, pero a estas alturas de la ITC los hombres que están cruzando el río ya no sangran con estos pinchazos.

En la otra orilla empieza un nuevo reto; continuar su trabajo con esos -5 grados. Aquel que cuando tuvo que hacer su mochila pensó en meter algo de ropa de respeto lo va a tener un poco más fácil.

Agrupados escuchan las instrucciones del “Proto” que les ordena se dirijan inmediatos a *Batiellas. Sin tregua inician la marcha. Este es uno de esos casos en los que moverse rápido ayuda.

Mientras tanto en el campo de tiro y desde las 06:00h locales la actividad es intensa. Instructores están preparando el pasillo de fuego. Se han fijado las cuatro MG en sus nidos, colocan las cargas a lo largo de todo el recorrido y rellenan los pozos de los explosivos con agua. Según avanzan los minutos la madrugada se va tornando más fría congelando la superficie de esos pozos. El amanecer, Batiellas y su microclima y la idiosincrasia propia del mes de diciembre en Jaca bajan el mercurio hasta casi los 9 º bajo cero.

Los alumnos llegan al campo de tiro donde quizá intuyan, o no, lo que les espera. El instructor los recibe: “SEÑORES, REVISEN SUS EQUIPOS Y UNA VEZ LO HAYAN HECHO DEJEN SUS MOCHILAS AGRUPADAS EN ESTA ZONA DONDE VAN A ESPERAR”

En la situación en la que se encuentran enfrentándose a sí mismos para no ser vencidos, les dan una buena noticia: “SEÑORES, LES QUIERO FORMADOS EN DOS MINUTOS”.

Con los alumnos firmes y de espaldas a la primera y muy tenue luz que empieza a despuntar por el este se les indica: “AHORA VAN A DESAYUNAR. CUANDO ROMPAN FILAS VAN DIRECTOS HASTA DONDE LES ESTOY INDICANDO PARA RECOGER SU DESAYUNO”



En ese punto les espera, además de embutido, pan, bollería y zumo, un café caliente recién hecho al fuego. Sin duda alguna el cuerpo y la mente de todos y cada uno de ellos lo agradecerá. Recogido lo que les corresponde vuelven sobre sus pasos y se reagrupan para, sentados sobre sus mochilas y bajo la helada que está cayendo, meter en sus cuerpos las calorías de ese desayuno que durante unos minutos los distrae, que no evade, de su realidad.

Mientras, la actividad sigue en la zona del pasillo donde aparece un contratiempo. El camión aljibe con el que han empezado a llenar los pozos de explosivo tiene un problema con la bomba de presión y solo se puede verter el agua por gravedad. ¿En qué se traduce esto?. Pues en que el tiempo para tener listo el pasillo se va a dilatar. Una situación poco favorable para los alumnos que van a ver como también se alarga su tiempo de espera sin actividad que les haga subir la temperatura corporal. Con 9º bajo cero el problema es más grande para aquel que sigue empapado por no haber incluido ropa de recambio. Si con algo de ropa seca el frío se mete hasta el corazón, con la ropa mojada...

Algunos alumnos toman la iniciativa de no quedarse quietos y con permiso de los instructores comienzan a caminar senda abajo y arriba con la intención de activar el riego sanguíneo y desentumecer las extremidades y músculos, intentando recuperar algo de calor que les ayude a ralentizar sus espasmos y temblores. Difícil empresa también para aquellos otros que, como alguno de sus compañeros con la ropa de respeto, decidieron no meter en su mochila ropa de abrigo extra.

Orden de formar a los alumnos. Por si alguno a estas alturas no se imaginaba lo que les espera, el instructor les indica que se van a disponer a pasar el pasillo de fuego.

El Jefe del curso supervisa la seguridad de la instalación y comprueba que todo está como debe. Se realizan las pruebas de ametralladora y se da el OK de cargas conectadas.

A la carrera y con todos los músculos agarrotados los alumnos inician la marcha camino arriba hasta la zona de entrada a los pasillos. Ahí les espera el instructor Jefe de la ITC que los distribuye por cada una de las tres calles y les “canta” las últimas instrucciones.

El suelo está duro y congelado; en las laderas de sombra se acumula la nieve de días anteriores y la vegetación ha perdido su color verde para cambiarlo por el blanco de la capa de hielo que la recubre. El mismo hielo en el que se ha convertido el agua de los pozos en los que se ubican las cargas. Formados de a 1 y encarados a cada uno de los pasillos las MG empiezan su concierto. El primer alumno inicia el cuerpo a tierra y no tarda en meterse debajo de la alambrada.


Las 4 ametralladoras lanzan su plomo y las trazadoras se dejan ver por encima de los primeros hombres ya metidos en faena. Reptando llegan, sin saberlo, a la altura del primer pozo que detona sin miramientos. Rompe la capa de hielo convertida en proyectiles improvisados y la gravedad no tarda en hacer su trabajo. Las decenas de litros de agua que con la detonación han salido despedidos caen sobre el terreno por el que reptan los alumnos.


Ruido de ametralladora, ruido de las detonaciones a escasos metros y el golpe de la onda expansiva contra los cuerpos, balas silbando sobre la cabeza, agua cayendo con fuerza sobre el cuerpo, impactos de hielo y piedras y la inmediata aparición de un barro que, por suerte y debido al frío, es menos fangoso de lo normal. Así están siendo los escasos 15 metros del pasillo en el que están metidos. Por delante otros 85 con la misma rutina.

Se cumple el décimo primer día de la ITC y el físico está mermado. El frío no ayuda y los movimientos mientras se arrastran sobre el hielo y las piedras son lentos y en ocasiones dolorosos. Miran al frente intentando atisbar el final sin alcanzar a ver más que un par de metros por delante. Las gafas empañadas por el vaho y sucias de agua teñida de marrón colaboran para hacer un poco más penoso el momento. Sigues avanzando y el ruido no cesa, sigues recibiendo el empuje de las detonaciones y a cada metro que pasa te empapas un poco más. Piedras, hielo, los codos y antebrazos tocados como las rodillas. El “chopo" cada vez pesa más y se hace más complicado hacerlo avanzar colocado sobre esos mismos antebrazos tocados que soportan su peso y ayudan a arrastran el cuerpo. Más de todo, piedras, hielo, agua y el olor al barro. Tensión en la mandíbula para morder con fuerza el trozo de palo colocado entre los dientes que ayuda a amortiguar el sonido del “ambiente”


Reptan, levantan ligeramente la cabeza de vez en cuando queriendo divisar el final y en una de esas, pueden ver como se termina la alambrada. Están cerca de llegar al foso donde acabar este suplicio.

Lo alcanzan y comprueban que sus cuerpos no reaccionan como quieren para meterse en él. Ahora tienen que salvar los casi dos metros de altura de la forma menos dolorosa que les lleve al fondo. En el agujero se han de agrupar y esperar para dar por terminado el tema. El primer alumno que abre camino tiene que pensar rápido cómo, tumbado y sin levantarse ha de bajar esa altura. El cansancio, el hecho de no ver bien por llevar las gafas sucias, gafas que no tienen con qué limpiar porque como se les ocurra pasar la mano con el guante “hecho un cristo” terminarán peor de lo que están, y la escasa luz de la primera hora de la mañana hacen que no se tenga una percepción clara de la distancia al fondo. Baja como puede sin que se le caiga el “chopo”; ya está ahí metido. La camaradería le hará más fácil este paso al segundo hombre. El primero lo espera, le sujeta el fusil y le indica cómo moverse para bajar junto a él. El segundo se lo indica al tercero y así sucesivamente hasta que llega el último hombre.




Las MG dejan de hacer fuego, no hay más detonaciones, y todos los alumnos están metidos en el foso. El pasillo de fuego ha terminado. Agachados entre las estrechas paredes de bloques de hormigón, mojados con frío y con alguna magulladura esperan la orden de salir.

La reciben y forman en el mismo lugar en el que lo hicieron antes de empezar. En descanso el médico supervisa a los hombres para comprobar que se encuentran bien. Solo caras de cansancio debajo del enmascaramiento “deshecho”, temblores inducidos por el frío, mucha agua absorbida por los “mimetas” que se pegan al cuerpo con un intenso frío sobre la piel y a la pregunta del médico de “¿CÓMO SE ENCUENTRA, ALGÚN PROBLEMA?”, solo se escucha una respuesta unánime: “BIEN MI TCOL. NINGÚN PROBLEMA”.

La tensión y la adrenalina que todavía fluyen por sus cuerpos ralentiza la aparición de los dolores más intensos que llegarán cuando les permitan llevar sus cuerpos y mente al ralentí. Siguen formados con la incertidumbre de no saber qué vendrá a continuación como ha sido su rutina en los últimos once días. 

Seguramente esperando escuchar algo diferente se les comunica que con el pasillo de fuego han culminado su fase de Instrucción Técnica de Combate.

Han superado los once días más duros del curso y seguramente de su carrera militar.

¿Qué piensa uno cuando escucha al instructor decir que han finalizado la ITC y se sabe ganador?

Son soldados, hombres jóvenes, con ideales, con motivación y con ambición. Si alguno de los que están leyendo estas letras ha pasado por lo aquí descrito sabrá lo que pensaron estos hombres al recordar lo que sintió personalmente.

Ahora hay que cumplir con la tradición; el curso al completo incluidos el Jefe y resto de “Protos” se volverán a la Escuela corriendo en formación. Con la alegría interior y el orgullo que infunde la fase superada apartan de la mente durante un tiempo más el cansancio y los primeros dolores para, con la cabeza erguida, a paso ligero y cantando el cancionero guerrillero iniciar su carrera. Sin perder el aliento cantan orgullosos por las calles de Jaca que tantas veces vieron a sus antecesores correr con ese mismo orgullo.

Llegan a la Escuela, se saben en el hogar y el volumen de sus voces aumentan por momentos. En ese instante no hay hombre en el mundo más satisfecho por el deber cumplido que ese puñado de alumnos que a paso ligero cruzan el túnel del cuerpo de guardia y se adentran en el patio de armas.



Forman frente al edificio del curso, se les ordena quitarse el equipo y entregar armamento para de inmediato, junto a sus instructores continuar su carrera formados hasta la piscina donde todos, en perfecta camaradería, celebraran con júbilo haber superado la fase de Instrucción Técnica ITC de su Curso de Operaciones Especiales.



 Fin

 *Batiellas es el nombre del campo de tiro utilizado por la EMMOE y RCZM 64 ubicado en las cercanías de Jaca

        

 

  

3 comments:

  1. Magnifico relato, mi mas sincera enhorabuena, has logrado transmitir ese sentimiento o sensación de angustia, sufrimiento pero a la misma vez tesón, se encoge el estómago al leerlo, no me imagino vivirlo.

    Mi duda es, ¿pasan diez días consecutivos sin dormir? Me parecería una barbaridad y algo al borde de la muerte.

    Un saludo y enhorabuena.

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    1. Buenas tardes. Le agradezco mucho su comentario y su interés por mis escritos.
      No pasan diez días sin dormir literalmente. Si que, dada la característica de la fase, se altera el ciclo circadiano. Este es un curso que requiere la máxima exigencia y en esta fase concreta se pretende llegar al máximo rendimiento físico y psíquico de los alumnos.
      Siempre supervisado todo y controlado por instructores y un psicólogo y sin suponer el riesgo que describe en su comentario. Si puede leer las dos partes anteriores comprobará que efectivamente tienen tiempo para el sueño durante la fase.
      Un saludo.

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  2. Buenos dias. El relato es magnifico y te pone los pelos de punta, sin duda alguna has recogido los hechos de la mejor manera posible. Me gustaria saber más si es posible, podria contactarte?
    Muchas gracias

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