Una de las capacidades que hace a los humanos diferentes de otros seres vivos es la del raciocinio es decir, la de usar la razón para conocer y juzgar. Otra capacidad con la que contamos es la de decisión la cual, está estrechamente vinculada al raciocinio pues es este el que nos facilita aquella información que nuestro consciente necesita saber para la posterior toma de decisiones.
Dentro de nuestro complejo sistema cerebral la parte más evolucionada de la corteza es la denominada neocórtex. Esta zona de nuestro “disco duro” es el área en la que se generan todas las funciones cognitivas complejas, la percepción sensorial o la memoria a largo plazo. Es también el área responsable de otorgarnos la capacidad de razonamiento, del desarrollo del pensamiento lógico, la consciencia, y nos permite realizar los análisis profundos de la información. Igualmente nos facilita la reflexión y nos aporta la capacidad de toma de decisiones. Es aquí donde se gestionan las emociones y se realizan los procesos para el control de los impulsos y conductas.
Gracias a este complejo “mecanismo” natural de gestión, a lo largo de nuestra vida tomaremos miles de decisiones; cada día las tomamos. Estas serán de diferente índole, de más o menos trascendencia, nos afectarán a nosotros como individuos, a nuestras familias, entornos o negocios. El paso de la vida es una constante toma de decisiones y de asimilación de las consecuencias que estas conllevan.
Aunque la capacidad de tomarlas es innata en el ser humano, no por eso todos la tenemos igual de desarrollada. Esta se ve influenciada por dos factores como son: la personalidad del individuo por un lado, y la formación que realicemos para potenciar y perfeccionar esta capacidad innata.
Diferentes estudios establecen que es a los 8 años cuando el ser humano tiene definida la personalidad en su fase primaria. Sin duda, la toma de decisiones no es una de las facetas vitales de un infante pero, teniendo en cuenta el momento en el que se perfila la personalidad, podemos deducir que es importante potenciar desde edades tempranas todas aquellas actividades que ayuden a que el neocórtex reciba estímulos que fomenten los procesos que favorecen la capacidad de razonar y de decidir. Aun así, va a ser nuestra propia personalidad la que va a delimitar nuestras capacidades máximas para la toma de decisiones.
El otro factor influyente en la capacidad de decisión es la formación que podemos recibir para potenciar dicha capacidad. Está comprobado que diferentes formaciones técnicas estimulan y forman nuestra materia gris para hacerla más capaz de realizar procesos de cálculo, gestión o dirección. De igual forma, una formación orientada y dirigida a la estimulación de los procesos psíquicos y psicológicos destinados a las tomas de decisión, aumentará esta capacidad más allá de los niveles que cada uno de nosotros tenemos adquiridos de forma innata.
Otro elemento muy importante que se debe tener en cuenta para valorar nuestra habilidad para decidir es el estado emocional en el que nos encontramos a la hora de hacerlo.
Normalmente, si nuestra vida sigue los patrones que establecen la denominada estabilidad emocional, tomaremos decisiones sin agentes externos o estresores que condicionen las capacidades de raciocinio y por ende, de decisión. De esta forma podremos tomar decisiones fáciles y cotidianas que carezcan de trascendencia, y tomaremos decisiones que sí tengan alguna relevancia. Podremos tomar también decisiones muy importantes que pueden condicionar nuestra vida o la de nuestros seres queridos, y para todas ellas si disfrutamos de un estado psicológico estable ausente de agentes que alteren nuestra psique, nos resultará fácil ser resolutivos.
Pero también habrá otras situaciones en las que deberemos tomarlas estando afectados por algún grado de inestabilidad emocional o estrés, en las que tendremos alteradas de alguna forma las capacidades de raciocinio y de decisión. Es en esos momentos donde una formación dirigida a la adquisición de habilidades para este fin, ayudará en el resultado final de nuestras acciones.
Una de las formaciones que dedica importantes recursos para desarrollar planes docentes orientados a la mejora de la capacidad de decisión, entre otras, es la formación militar. La “creación” de mandos y líderes trae aparejada la formación de los individuos en las técnicas y procesos que les desarrollen y mejoren aquellas capacidades que son vitales para realizar su misión. Un mando militar está formado y educado para crear y gestionar escenarios tácticos, así como para dirigir a las personas que participaran y ejecutarán los mismos. Y se le enseña hacerlo de formas que le permitan hacer frente a situaciones complejas, con altos niveles de estrés en los que además, llegado el momento, mandará a esos hombres y mujeres bajo su responsabilidad a enfrentar situaciones que podrán ser de vida o muerte.
Entonces, ¿esta persona que asume el mando debería contar con unas capacidades de decisión por encima de lo que podríamos entender “convencionales”? La respuesta es sí.
Además, como decía en líneas superiores, deberá tenerla para hacerlo en situaciones “no convencionales”, bajo estrés, y muchas veces con tiempos limitados o reducidos.
El paso por las academias de oficiales y suboficiales, y la formación específica que reciben los que tienen atribuida capacidad de mando en la tropa (cabos mayores, cabos 1º y cabos) les deberá capacitar para, cada uno desde sus niveles en la escala jerárquica, llevar a cabo la toma de decisiones que su puesto les exige.
Entendiendo pues que la formación militar convencional trabaja la preparación de sus lideres para potenciar, entre otras, la capacidad de decisión por encima de los estándares, terminados estos periodos de formación básica, nuestros militares pueden seguir formándose en diferentes especialidades de perfeccionamiento que completarán su preparación para trabajar en aquellos campos en los que han decido especializarse.
Entre las posibilidades que ofrecen las FFAA, en el ejército de tierra existen dos disciplinas para las que es fundamental tener bien desarrolladas todas las capacidades propias, además de tener una buena base para explotar las adquiridas por encima de los niveles ya trabajados en la formación previa. Estamos hablando de las especialidades de montaña y operaciones especiales.
La dureza física que demandan estas dos disciplinas lleva aparejada la necesidad de contar con una capacidad psicológica determinada, que permita al individuo afrontar cada una de las exigentes fases de las que se componen estas formaciones de especialización.
En este texto me voy a centrar en una de ellas; la formación e instrucción en operaciones especiales. Y lo voy hacer porque esta especialidad, además de la necesaria fortaleza física, necesita de una preparación psicológica concreta.
Y en esta capacidad psicológica está implicada a su vez, entre otras varias y de forma especial, la capacidad de la que vengo hablando, la de decidir.
A lo largo de los diez meses que dura el curso el alumno, a medida que supera las fases, va transformando sus habilidades y desarrollando la psicología específica y necesaria para afrontar unas condiciones diarias de vida que difieren mucho de las de cualquier persona. El alumno será consciente de una forma palpable de sus cambios físicos, pues la exigencia del curso hace que el cuerpo cambie constantemente. Por el contrario, el individuo no será consciente de cada uno de los cambios que su neocórtex estará experimentado a lo largo de esos diez meses.
Los cuatro primeros pasan por ser los más exigentes física y psicológicamente especialmente, el mes de diciembre. Y esto es así porque se pretende que la continuidad más allá de este tiempo, sea la de aquellos que más capacidades tienen para realizar los módulos específicos y de aplicación que, tras el básico, son los que completan el currículo del curso de OE
TRABAJAR LA TOMA DE DECISIONES.
Un operador de operaciones especiales es un combatiente que está capacitado para planificar y ejecutar misiones de operaciones especiales en todo el amplio espectro de lo que estas palabras significan. Hablamos de operar fuera del entorno convencional y hacerlo en la mayoría de las ocasiones en entornos asimétricos con elevados niveles de riesgo y peligrosidad. De operar asilados tras las líneas enemigas, realizar operaciones en ambientes hostiles o políticamente sensibles para alcanzar objetivos militares que pueden producir efectos no solo en lo militar, sino también en lo diplomático o lo económico pudiendo implicar esto un fuerte impacto mediático. Llevarán a cabo operaciones de inteligencia y rescate de rehenes y requerirse, si fuera necesario, tener que operar de forma encubierta o secreta.
Como imaginamos, todo esto se realiza bajo unas condiciones que distan de ser óptimas para las que hay que estar especialmente capacitado técnica y, sobre todo, psicológicamente. A todos estos factores hay que sumarle un condicionante del que muy poco se habla, y que tiene un peso específico. Me refiero a las condiciones de vida y servidumbres que implica ser un soldado de operaciones especiales para con el ámbito personal, familiar y civil.
Para empezar a saber gestionar todo lo descrito y "estructurar" al individuo para que lo vaya perfeccionando a lo largo de su carrera, es para lo que se realiza el actual curso de operaciones especiales. Todas sus materias y asignaturas ofrecen al alumno las herramientas que le facilitan poder llevar a cabo lo explicado y sobe todo, para poder ser capaz de tomar las decisiones más adecuadas para cada una de sus misiones.
Durante la fase instrucción técnica de combate, una de las varias materias que se trabajan y desarrollan son las pruebas de decisión. Pero a diferencia de la formación militar convencional, en este caso se trabaja para que el alumno sepa gestionar decisiones del tipo, trascendencia y responsabilidad que sea bajo condiciones extremas. Veamos un ejemplo básico.
Escasamente asoman las primeras luces de un día que va a ser desapacible. Las nubes no dejaran asomar al sol para hacer subir la temperatura de Jaca en diciembre, y es probable que en algún momento empiece a llover. Quizá sean ya tres o cuatro días los que han pasado para el alumno desde que empezó la instrucción técnica de combate. Algunos de ellos ya han perdido la noción del tiempo. La falta de sueño, la falta de referencia horaria y la actividad día y noche no dejan discernir el momento temporal en el que uno se encuentra.
Sin solución de continuidad, se rompen filas para empezar a marchar a paso ligero cantando con escasa potencia de voz. Corriendo se dirigen hacia la parte norte de la escuela donde deben presentarte en una de las estaciones (pruebas) a las que, otra vez, tienen que hacer frente.
Van a volver a pasar por ellas y todas requieren el máximo esfuerzo físico y psícológico. Pero hoy, hoy harán frente a una nueva que no han pasado hasta ahora; la red.
El alumno y toda su patrulla están ya ejecutando en una de las estaciones. El profesor los observa y ve que no está dando todo lo que puede dar. Se le acerca y le pregunta el motivo por el que no lo está dando todo. Escucha la respuesta y le replica con las palabras justas y necesarias para que el alumno se cuestione su actitud. Terminada la réplica las siguientes palabras del profesor son, “haga agua”. En ese momento su estado se altera y su actitud se pone a la defensiva. En el trayecto desde la estación hasta la piscina son mil sus pensamientos antes de notar el filo del agua de esa piscina al descubierto en esa época del año. Ya está mojado; mojado hasta saber cuando. Vuelve a la estación y de camino otros cientos de pensamientos en su cabeza. El neocórtex está trabajando intensamente. A mitad de camino se cruza con un compañero que sigue los pasos que este acaba de dar. Otros cientos de pensamientos diferentes, o similares, dirección al agua, otro neocórtex trabajando.
Empapado y helado se incorpora a la prueba para darlo todo.
Termina esa estación y junto a su patrulla cambian a otra. El profesor que dirige la nueva prueba les explica y les arenga para que sigan dándolo todo. El límite no está donde creemos que está.
Siente que las fuerzas no le dan de sí y está peleando constantemente contra sí mismo. En un momento dado escucha al profesor dirigirse a su binomio; “haga agua”.
Palo “gordo” porque con el binomio tiene que ir él. Otra vez piscina. Su mente se activa más si cabe y se vuelve contra él. Debe saber gestionarse.
Después del agua continua con la estación. Hasta ahora las pruebas están siendo de esfuerzo físico fundamentalmente. No es necesario tomar decisiones más allá de asegurarse de cumplir con la seguridad y esforzarse al máximo trabajando en equipo. Están repitiendo lo que ya han hecho en ocasiones anteriores y siente la seguridad de lo conocido, pero todas sus capacidades están mermadas por el estrés físico y psicológico.
El profesor responsable de la estación ordena finalizar y da un minuto para reagruparse en el punto de inicio y formar la patrulla entera. Siempre corriendo; todo hay que hacerlo corriendo aun cuando siente que su cuerpo ya no le da ni para levantar los pies lo suficiente como para andar.
Su mente no deja de trabajar en su contra; no sabe el tiempo que llevan con las pruebas pero se pregunta: “¿habremos terminado ya este suplicio?”. Su consciente quiere oír que sí, que ya se termina esto que le martiriza.
Pero resulta que no, que van a seguir ejecutando eso que él llama suplicio y ahora se han de enfrentar a una prueba que no han hecho hasta ese momento; el paso de red con equipo.
Esto es otra cosa. Aquí el individuo no tiene la seguridad de lo conocido, y ha de hacerle frente con todas sus capacidades mermadas.
Formados, el profesor responsable les explica en qué consiste la prueba, cómo han de ejecutarla y qué necesitan para superarla. El alumno está de pie, temblando por el frío que varias piscinas le han metido en el cuerpo e intentando oír para quedarse con todo aquello que se está explicando. No es tarea fácil dadas las condiciones.
La pasaran por binomios. Mientras uno ejecuta otro espera a los lados de la red observando a sus compañeros. El alumno forma parte del segundo binomio y espera en el flanco. Toma su posición, los temblores lejos de cesar van a más. Esta quieto y no genera calor, el tiempo no acompaña y los nervios se están apoderando de él.
En estos momentos de inactividad, estando de pie mojado y sin movimiento, es cuando está siendo consciente de la vasoconstricción que está experimentando su cuerpo.
Mira al compañero que está ejecutando. Observa su inseguridad, escucha de fondo al profesor, muy de fondo pues parece no poder oírlo a pesar del elevado tono, e intenta pensar. Lo hace para determinar cómo proceder, dar con la forma más adecuada para pasar la red cuando sea su turno. Por un momento se va del pensamiento lógico de ejecución y se centra en sus temblores y en el “jodido” frío que tiene. De ahí, a preguntarse qué está haciendo en ese lugar y qué necesidad tiene de pasar por todo esto. Termina de hacerse la pregunta y mediante un "click mental" regresa al pensamiento lógico para continuar determinando la forma de ejecutar. La psicología del curso de operaciones especiales es esto. Aprender a enfrentar la adversidad para seguir con la misión.
Uno de los compañeros del primer binomio está en la parte alta de la red y se dispone a ejecutar el paso. Es el momento más crítico de la prueba. Desde abajo le observa mientras sigue pensando en su momento. El camarada ejecuta pero no lo hace bien, y cae desde lo alto al agua. Desde arriba hasta el impacto lo ha seguido con su mirada. “Joder, valla hostia se ha dado”. El grito del compañero, el ruido del golpe en el agua la escena en general, le acaban de inducir un estado de miedo que se añade a su estado general.
Con su compañero nadando para salir del agua, llega su turno. Se acerca hasta la posición del profesor y este le vuelve a dar la explicación técnica para superar el obstáculo. Escucha, pero no oye. Su estado le merma esta capacidad y su mente le hace focalizarse solo en lo que entiende es una amenaza, la red. Aun así, tiene la capacidad de salir de ese bucle por un momento y se centra en las palabras del profesor. Así va a estar durante toda la explicación, en esa rueda que le lleva y le trae hasta la misma.
Terminada, se coloca en el borde del foso, mira hacia arriba para ver los casi ocho metros de altura de la red que tiene a un metro y medio de distancia frente a él y piensa: "tengo que tener la fuerza suficiente para saltar y llegar a engancharme" Ese es su objetivo inmediato. No quiere por nada del mundo volver a mojarse con el agua tan “jodidamente” fría. Él pesa ahora entorno a los 70 kilos, a los que hay que sumar el “chopo” y el equipo. Y cosa importante, ambos van completamente mojados lo que seguramente supongan otros 10-15 kilos adicionales. Ahora, con esto, tendrá que sacar fuerzas necesarias para dar el salto que necesita para llegar a la red.
Escucha la orden para iniciar, salta, y lo consigue. Descarga de adrenalina una vez se ve colgado y a sacar fuerzas para empezar a subir.
El profesor no deja de instruirlos y les arenga para que no cejen en su confianza. Está sacando toda la fuerza que le queda, el desgaste es grande pero el esfuerzo le hace no separarse en los escasos centímetros que le separan la cara de la red. Su binomio está ya arriba. Le invade la sensación de fracaso. “Joder, él arriba y yo aquí todavía”. Mientras intenta mover los brazos y las piernas de forma sincronizada como se le ha explicado y sin dejarse vencer, de fondo escucha al profesor dirigiéndose a su compañero en la parte superior para repetirle lo que tiene que hacer. Por lo que le ha parecido entender a duras penas de esas palabras, su binomio no parece que está siguiendo la instrucción como debería. Al momento, le ve caer por el otro lado de la red cual piedra descontrolada antes de impactar contra el agua.
De inmediato la voz recia y fuerte del profesor se dirige a él para desbloquearlo y sacarlo de este espacio temporal en el que se encuentra tras ver a su compañero caer. Con esa compañía verbal llega al alto. Automáticamente las cosas cambian para él.
Está a casi 10 metros del agua. Se mueve descontrolado por el vaivén de la red, siente una enorme inestabilidad y se percibe así mismo sumamente vulnerable e inseguro. Bajo él, metros que pueden ser de caída y un agua oscura como telón de fondo que le provocan miedo y el no saber cómo reaccionar paralizándolo por un momento.
El cuerpo humano es sabio y está actuando ante esta situación. El sistema nervioso simpático hace que incremente la frecuencia cardíaca como respuesta al estrés, preparándolo para lo que interpreta como un peligro. Para ello el sistema se debe alimentar de la energía acumulada que, en estas circunstancias y a estas alturas de la fase, no es mucha. Aumenta los niveles de epinefrina y norepinefrina que dilatan los bronquios, los pulmones y los vasos que irrigan el corazón, a la vez que tensa los músculos.
Se centra en escuchar al profesor que le dice cómo ha de ejecutar. Por el contrario, no se siente seguro con lo que escucha, su mente le hace dudar de los consejos y se debate entre ejecutar como se le está indicando, o hacerlo como él cree que tiene que hacerlo en base a la sensación de seguridad que le da su forma de pensar.
A esa altura y viendo solo el fondo del agua que parece un abismo, el alumno nota como vuelve a actuar la vasoconstricción en su cuerpo. El miedo activa esta reacción que reduce los niveles de oxígeno en la sangre haciendo que el corazón se acelere, pero sin rendimiento. Las capacidades motoras caen, los músculos se contraen y se puede incluso perder la visión más cercana. El frío, la privación de sueño, la carencia de alimento todo, incrementa el proceso de la vasoconstricción. Y por supuesto, todo esto dificulta el entendimiento, disminuye el tiempo de reacción, afecta la capacidad de procesamiento de la información, reduce la memoria a corto plazo, inhibe la motivación y el estado de alerta, y minimiza los niveles de paciencia. Como vemos, una alteración total de la capacidad psicológica y psicomotriz del individuo.
Es aquí donde vemos como el hombre lucha contra sí mismo. Dos reacciones/funciones actuando a la vez. El sistema nervioso generando unas acciones y la vasoconstricción otras.
Y es esta una de las partes importantes en las que trabaja esta formación de perfeccionamiento que es el curso de operaciones especiales de la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales. Es bajo estas situaciones donde se facilitan al individuo las herramientas y mecanismos para que sean capaces de superar los momentos de colapso y de bloqueo. Lo forman y estructuran para que sea capaz de superarse a sí mismo para hacer frente a la misión.
En el curso no se deja nada al azar. La psicología es uno de los motores humanos y aquí se estudia y trabaja para que el alumno aprenda a gestionarla y manejarla de la mejor forma.
Pero volvemos a la parte alta de la red donde se encuentra el individuo que, bajo las condiciones en las que está, debe ser capaz de superarlas una por una para tomar la decisión. Desde abajo el profesor le ordena que actúe y tiene que hacerlo ya.
¿Venzo el miedo y ejecuto sabiendo que puedo caer o decido no hacerlo, asimilo lo que eso supone, pero no me arriesgo al hostión y a volverme a mojar?
Con la presión de la orden incesante del profesor que escucha muy de fondo y cada vez más tenue por su estado, y haciendo frente a sus dudas y miedos el alumno decide.
Con esfuerzo se sujeta con todas las fuerzas que le dan sus manos en el lado contrario de la soga, eleva su pierna derecha sobre el cable tensor del que cuelga la red mientras no deja de moverse inestablemente, y la hace pasar para que detrás de ella le sigua el cuerpo hasta situarse al otro lado. Allá va!
Sus pulsaciones están en la llamada zona roja.
Inmediatamente, sin prácticamente haberse enterado, el alumno escucha el infernal sonido del agua y las burbujas de aire alrededor de su cabeza; nota el filo del agua heladora golpeando su cara y, paradójicamente, siente el doloroso ardor por todo su cuerpo que le produce el uniforme empapado pegándose a su piel. Sale a la superficie, da una bocanada de aire y de inmediato escucha la voz del profesor. ¿Está usted bien?
Gracias a esa pregunta el alumno sabe a dónde mirar. Le responde como tiene que responderle, ¡Si mi capitán!
Este le ordena: ¡salga del agua y vuelva su posición!
No hay más que decir.
Nada a duras penas para mantenerse a flote hasta llegar a la otra parte del foso sin poder pensar en nada, sube por la escalera como puede y el "fresco" de la intemperie abraza su cuerpo mojado.
Mientras se dirige al flanco de la red para volver a esperar su turno, su mente empieza a reaccionar. Está colapsado. Solo puede pensar en el frío que siente, en que no le quedan fuerzas para nada y en que no quiere volver a pasar por “esa mierda otra vez”.
No puede escuchar nada de lo que a su alrededor se está diciendo porque solo oye el fuerte golpeteo de sus dientes inducido por el desagradable frío y temblor que padece. Golpeteo que se acelera y se hace más ruidoso en su mente.
Ahí está de nuevo, en la casilla de salida. No sabe los minutos que están pasando, pero está sintiendo que lleva “ahí plantado” sobre un charco de barro, una eternidad. No sabe si aguantará mucho más. No puede salir de su bucle de pensamientos negativos. Mira al compañero que está ejecutando, pero no ve.
El tiempo de espera se está haciendo más largo de lo que debería porque ese compañero que está colgado, lleva ahí más de lo que tenía que llevar. Se ha bloqueado y no realiza movimiento alguno. Las voces que el profesor dirige al compañero le suenan de fondo, muy de fondo, y por momentos deja de oírlas pero eso cambia en un momento. Le ha parecido oír las palabras ¡baja del curso!.
Esto llama su atención lo suficiente como para abstraerlo de su realidad y obligarle a centrar su mente en ese momento.
El profesor se estaba dirigiendo al compañero al que le decía:
X, si no puede reaccionar, si se ha rendido y no quiere continuar tiene la posibilidad de pedir la baja. ¿Es eso lo que quiere?
Le quiere hacer reaccionar y seguidamente le motiva intensamente para que no se deje vencer.
Pero parece que en este caso el compañero ha decidido no continuar, y así lo manifiesta. Se le ordena que salga de la red hacia el borde del foso. El alumno desde el flanco está viendo lo que ocurre y ha centrado su atención en lo que está pasando con su compañero. Se detiene la prueba por unos minutos. El profesor se aparta a un lado con el peticionario de la baja para aconsejarle, hablarle sobre la situación que está enfrentando y sugerirle que valore su decisión. El alumno, que no puede escuchar la conversación no quita ojo de encima al profesor y a su compañero ahí en la distancia. Sin saber el tiempo que lleva en el flanco y sin tener claro lo que está pensando, ve como el profesor se da la vuelta, avanza unos metros desde donde se encontraba y con un gesto se dirige a él mientras menciona su número y le ordena que se presente en su posición para ejecutar. Es su turno.
Mientras tanto su compañero X abandona la estación junto a los dos sanitarios que le acompañan para darle ropa de abrigo. Ahí termina el paso de ese soldado por el curso de operaciones especiales.
Otra vez frente a la red y por un momento es capaz de valorar lo que acaba de pasar con su compañero, lo asimila y se dice así mismo que él no quiere abandonar. Está ahí porque es lo que desea y tiene que vencer el obstáculo. Ahora si escucha y además oye al profesor que le vuelve a explicar la técnica para, en palabras del mismo, “evitarle volver hacer de hombre rana en el fondo del foso”. Le dan la orden de iniciar, salta, alcanza la red y se agarra fuertemente, trepa, llega arriba, se enfrenta al miedo, vence el sentimiento de vulnerabilidad inducido por el movimiento inestable de la red, sigue los pasos que le han indicado, saca fuerzas para sujetarse a la soga, eleva la pierna sobre la sirga tensora, se dispone a pasarla al otro lado para que su cuerpo voltee y……
Su descarga de adrenalina le ha hecho no ser consciente del todo de lo que acaba de pasar pero ahí está, sujeto a la soga e intentando colocar las piernas firmemente entre la malla. Ha superado el objetivo. Se ha enfrentado y ha vencido.
Y lo ha hecho porque ya en el suelo, mientras estaba en el bordillo del foso frente a la red, calado hasta los huesos, jodido de frío y creyendo que no le quedaban fuerzas, ha sabido gestionarse, se ha enfrentado a sí mismo y ha decidido afrontar la prueba con la intención de superarla. Y así lo ha hecho.
Desciende de la red poco a poco sintiendo la plena satisfacción de la victoria porque aquí, en el curso, con el entrenamiento intenso y efectivo en entornos controlados y aplicando los procedimientos psicológicos adecuados, es como se les enseña a pensar, a gestionar, a trabajar y a ejecutar.