10 enero 2024

DECISIÓN

Francisco Francés Torrontera, Redactor, Fotógrafo, Freelance, Defensa, Ejército, Operaciones Especiales, Aviación, Aeronáutica, Helicópteros, Fotografía

Una de las capacidades que hace a los humanos diferentes de otros seres vivos es la de raciocinio es decir, la de usar la razón para conocer y juzgar. Otra capacidad con la que contamos es la de decisión la cual, está estrechamente vinculada al raciocinio pues es este el que nos facilita aquella información que nuestro consciente necesita saber para la posterior toma de decisiones.

Dentro de nuestro complejo sistema cerebral la parte más evolucionada de la corteza es la denominada neocórtex. Esta zona de nuestro “disco duro” es el área en la que se generan todas las funciones cognitivas complejas, la percepción sensorial o la memoria a largo plazo. Es también el área responsable de otorgarnos la capacidad de razonamiento, del desarrollo del pensamiento lógico, la consciencia, y nos permite realizar los análisis profundos de la información. Igualmente nos facilita la reflexión y nos aporta la capacidad de toma de decisiones. Es aquí donde se gestionan las emociones y se realizan los procesos para el control de los impulsos y conductas.

Gracias a este complejo “mecanismo” natural de gestión, a lo largo de nuestra vida tomaremos miles de decisiones; cada día las tomamos. Estas serán de diferente índole, de más o menos trascendencia, nos afectarán a nosotros como individuos, a nuestras familias, entornos o negocios. El paso de la vida es una constante toma de decisiones y de asimilación de las consecuencias que estas conllevan.

Aunque la capacidad de tomarlas es innata en el ser humano, no por eso todos la tenemos igual de desarrollada. Esta se ve influenciada por dos factores como son: la personalidad del individuo por un lado, y la formación que realicemos para potenciar y perfeccionar esta capacidad innata.

Diferentes estudios establecen que es a los 8 años cuando el ser humano tiene definida la personalidad en su fase primaria. Sin duda, la toma de decisiones no es una de las facetas vitales de un infante pero, teniendo en cuenta el momento en el que se perfila la personalidad, podemos deducir que es importante potenciar desde edades tempranas todas aquellas actividades que ayuden a que el neocórtex reciba estímulos que fomenten los procesos que favorecen la capacidad de razonar y de decidir. Aun así, va a ser nuestra propia personalidad la que va a delimitar nuestras capacidades máximas para la toma de decisiones.

El otro factor influyente en la capacidad de decisión es la formación que podemos recibir para potenciar dicha capacidad. Está comprobado que diferentes formaciones técnicas estimulan y forman nuestra materia gris para hacerla más capaz de realizar procesos de cálculo, gestión o dirección. De igual forma, una formación orientada y dirigida a la estimulación de los procesos psíquicos y psicológicos destinados a las tomas de decisión, aumentará esta capacidad más allá de los niveles que cada uno de nosotros tenemos adquiridos de forma innata.

Otro elemento muy importante que se debe tener en cuenta para valorar nuestra habilidad para decidir es el estado emocional en el que nos encontramos a la hora de hacerlo.
Normalmente, si nuestra vida sigue los patrones que establecen la denominada estabilidad emocional, tomaremos decisiones sin agentes externos o estresores que condicionen las capacidades de raciocinio y por ende, de decisión. De esta forma podremos tomar decisiones fáciles y cotidianas que carezcan de trascendencia, y tomaremos decisiones que sí tengan alguna relevancia. Podremos tomar también decisiones muy importantes que pueden condicionar nuestra vida o la de nuestros seres queridos, y para todas ellas si disfrutamos de un estado psicológico estable ausente de agentes que alteren nuestra psique, nos resultará fácil ser resolutivos.
Pero también habrá otras situaciones en las que deberemos tomarlas estando afectados por algún grado de inestabilidad emocional o estrés, en las que tendremos alteradas de alguna forma las capacidades de raciocinio y de decisión. Es en esos momentos donde una formación dirigida a la adquisición de habilidades para este fin, ayudará en el resultado final de nuestras acciones.


Una de las formaciones que dedica importantes recursos para desarrollar planes docentes orientados a la mejora de la capacidad de decisión, entre otras, es la formación militar. La “creación” de mandos y líderes trae aparejada la formación de los individuos en las técnicas y procesos que les desarrollen y mejoren aquellas capacidades que son vitales para realizar su misión. Un mando militar está formado y educado para crear y gestionar escenarios tácticos, así como para dirigir a las personas que participaran y ejecutarán los mismos. Y se le enseña hacerlo de formas que le permitan hacer frente a situaciones complejas, con altos niveles de estrés en los que además, llegado el momento, mandará a esos hombres y mujeres bajo su responsabilidad a enfrentar situaciones que podrán ser de vida o muerte.
Entonces, ¿esta persona que asume el mando debería contar con unas capacidades de decisión por encima de lo que podríamos entender “convencionales”? La respuesta es sí.
Además, como decía en líneas superiores, deberá tenerla para hacerlo en situaciones “no convencionales”, bajo estrés, y muchas veces con tiempos limitados o reducidos.


El paso por las academias de oficiales y suboficiales, y la formación específica que reciben los que tienen atribuida capacidad de mando en la tropa (cabos mayores, cabos 1º y cabos) les deberá capacitar para, cada uno desde sus niveles en la escala jerárquica, llevar a cabo la toma de decisiones que su puesto les exige.
Entendiendo pues que la formación militar convencional trabaja la preparación de sus lideres para potenciar, entre otras, la capacidad de decisión por encima de los estándares, terminados estos periodos de formación básica, nuestros militares pueden seguir formándose en diferentes especialidades de perfeccionamiento que completarán su preparación para trabajar en aquellos campos en los que han decido especializarse.



Entre las posibilidades que ofrecen las FFAA, en el ejército de tierra existen dos disciplinas para las que es fundamental tener bien desarrolladas todas las capacidades propias, además de tener una buena base para explotar las adquiridas por encima de los niveles ya trabajados en la formación previa. Estamos hablando de las especialidades de montaña y operaciones especiales.
La dureza física que demandan estas dos  disciplinas lleva aparejada la necesidad de contar con una capacidad psicológica determinada, que permita al individuo afrontar cada una de las exigentes fases de las que se componen estas formaciones de especialización.

En este texto me voy a centrar en una de ellas; la formación e instrucción en operaciones especiales. Y lo voy hacer porque esta especialidad, además de la necesaria fortaleza física, necesita de una preparación psicológica concreta.
Y en esta capacidad psicológica está implicada a su vez, entre otras varias y de forma especial, la capacidad de la que vengo hablando, la de decidir.

A lo largo de los diez meses que dura el curso el alumno, a medida que supera las fases, va transformando sus habilidades y desarrollando la psicología específica y necesaria para afrontar unas condiciones diarias de vida que difieren mucho de las de cualquier persona. El alumno será consciente de una forma palpable de sus cambios físicos, pues la exigencia del curso hace que el cuerpo cambie contantemente. Por el contrario, el individuo no será consciente de cada uno de los cambios que su neocórtex estará experimentado a lo largo de esos diez meses.
Los cuatro primeros pasan por ser los más exigentes física y psicológicamente especialmente, el mes de diciembre. Y esto es así porque se pretende que la continuidad más allá de este tiempo, sea la de aquellos que más capacidades tienen para realizar los módulos específicos y de aplicación que, tras el básico, son los que completan el currículo del curso de OE


TRABAJAR LA TOMA DE DECISIONES.
Un operador de operaciones especiales es un combatiente que está capacitado para planificar y ejecutar misiones de operaciones especiales en todo el amplio espectro de lo que estas palabras significan. Hablamos de operar fuera del entorno convencional y hacerlo en la mayoría de las ocasiones en entornos asimétricos con elevados niveles de riesgo y peligrosidad. De operar asilados tras las líneas enemigas, realizar operaciones en ambientes hostiles o políticamente sensibles para alcanzar objetivos militares que pueden producir efectos no solo en lo militar, sino también en lo diplomático o lo económico pudiendo implicar esto un fuerte impacto mediático. Llevarán a cabo operaciones de inteligencia y rescate de rehenes y requerirse, si fuera necesario, tener que operar de forma encubierta o secreta.
Como imaginamos, todo esto se realiza bajo unas condiciones que distan de ser óptimas para las que hay que estar especialmente capacitado técnica y, sobre todo, psicológicamente. A todos estos factores hay que sumarle un condicionante del que muy poco se habla, y que tiene un peso específico. Me refiero a las condiciones de vida y servidumbres que implica ser un soldado de operaciones especiales para con el ámbito personal, familiar y civil.

Para empezar a saber gestionar todo lo descrito y "estructurar" al individuo para que lo vaya perfeccionando a lo largo de su carrera, es para lo que se realiza el actual curso de operaciones especiales. Todas sus materias y asignaturas ofrecen al alumno las herramientas que le facilitan poder llevar a cabo lo explicado y sobe todo, para poder ser capaz de tomar las decisiones más adecuadas para cada una de sus misiones.
Durante la fase instrucción técnica de combate, una de las varias materias que se trabajan y desarrollan son las pruebas de decisión. Pero a diferencia de la formación militar convencional, en este caso se trabaja para que el alumno sepa gestionar decisiones del tipo, trascendencia y responsabilidad que sea bajo condiciones extremas. Veamos un ejemplo básico.

Escasamente asoman las primeras luces de un día que va a ser desapacible. Las nubes no dejaran asomar al sol para hacer subir la temperatura de Jaca en diciembre, y es probable que en algún momento empiece a llover. Quizá sean ya tres o cuatro días los que han pasado para el alumno desde que empezó la instrucción técnica de combate. Algunos de ellos ya han perdido la noción del tiempo. La falta de sueño, la falta de referencia horaria y la actividad día y noche no dejan discernir el momento temporal en el que uno se encuentra.
Sin solución de continuidad, se rompen filas para empezar a marchar a paso ligero cantando con escasa potencia de voz. Corriendo se dirigen hacia la parte norte de la escuela donde deben presentarte en una de las estaciones (pruebas) a las que, otra vez, tienen que hacer frente.
Van a volver a pasar por ellas y todas requieren el máximo esfuerzo físico y psícológico. Pero hoy, hoy harán frente a una nueva que no han pasado hasta ahora; la red.

El alumno y toda su patrulla están ya ejecutando en una de las estaciones. El profesor los observa y ve que no está dando todo lo que puede dar. Se le acerca y le pregunta el motivo por el que no lo está dando todo. Escucha la respuesta y le replica con las palabras justas y necesarias para que el alumno se cuestione su actitud. Terminada la réplica las siguientes palabras del profesor son, “haga agua”. En ese momento su estado se altera y su actitud se pone a la defensiva. En el trayecto desde la estación hasta la piscina son mil sus pensamientos antes de notar el filo del agua de esa piscina al descubierto en esa época del año. Ya está mojado; mojado hasta saber cuando. Vuelve a la estación y de camino otros cientos de pensamientos en su cabeza. El neocórtex está trabajando intensamente. A mitad de camino se cruza con un compañero que sigue los pasos que este acaba de dar. Otros cientos de pensamientos diferentes, o similares, dirección al agua, otro neocórtex trabajando.
Empapado y helado se incorpora a la prueba para darlo todo.

     

    

Termina esa estación y junto a su patrulla cambian a otra. El profesor que dirige la nueva prueba les explica y les arenga para que sigan dándolo todo. El límite no está donde creemos que está.

Siente que las fuerzas no le dan de sí y está peleando constantemente contra sí mismo. En un momento dado escucha al profesor dirigirse a su binomio; “haga agua”.
Palo “gordo” porque con el binomio tiene que ir él. Otra vez piscina. Su mente se activa más si cabe y se vuelve contra él. Debe saber gestionarse.

     

Después del agua continua con la estación. Hasta ahora las pruebas están siendo de esfuerzo físico fundamentalmente. No es necesario tomar decisiones más allá de asegurarse de cumplir con la seguridad y esforzarse al máximo trabajando en equipo. Están repitiendo lo que ya han hecho en ocasiones anteriores y siente la seguridad de lo conocido, pero todas sus capacidades están mermadas por el estrés físico y psicológico.

El profesor responsable de la estación ordena finalizar y da un minuto para reagruparse en el punto de inicio y formar la patrulla entera. Siempre corriendo; todo hay que hacerlo corriendo aun cuando siente que su cuerpo ya no le da ni para levantar los pies lo suficiente como para andar.
Su mente no deja de trabajar en su contra; no sabe el tiempo que llevan con las pruebas pero se pregunta: “¿habremos terminado ya este suplicio?”. Su consciente quiere oír que sí, que ya se termina esto que le martiriza.
Pero resulta que no, que van a seguir ejecutando eso que él llama suplicio y ahora se han de enfrentar a una prueba que no han hecho hasta ese momento; el paso de red con equipo.

Esto es otra cosa. Aquí el individuo no tiene la seguridad de lo conocido, y ha de hacerle frente con todas sus capacidades mermadas.

Formados, el profesor responsable  les explica en qué consiste la prueba, cómo han de ejecutarla y qué necesitan para superarla. El alumno está de pie, temblando por el frío que varias piscinas le han metido en el cuerpo e intentando oír para quedarse con todo aquello que se está explicando. No es tarea fácil dadas las condiciones.


La pasaran por binomios. Mientras uno ejecuta otro espera a los lados de la red observando a sus compañeros. El alumno forma parte del segundo binomio y espera en el flanco. Toma su posición, los temblores lejos de cesar van a más. Esta quieto y no genera calor, el tiempo no acompaña y los nervios se están apoderando de él.
En estos momentos de inactividad, estando de pie mojado y sin movimiento, es cuando está siendo consciente de la vasoconstricción que está experimentando su cuerpo.

    

Mira al compañero que está ejecutando. Observa su inseguridad, escucha de fondo al profesor, muy de fondo pues parece no poder oírlo a pesar del elevado tono, e intenta pensar. Lo hace para determinar cómo proceder, dar con la forma más adecuada para pasar la red cuando sea su turno. Por un momento se va del pensamiento lógico de ejecución y se centra en sus temblores y en el “jodido” frío que tiene. De ahí, a preguntarse qué está haciendo en ese lugar y qué necesidad tiene de pasar por todo esto. Termina de hacerse la pregunta y mediante un "click mental" regresa al pensamiento lógico para continuar determinando la forma de ejecutar. La psicología del curso de operaciones especiales es esto. Aprender a enfrentar la adversidad para seguir con la misión.

Uno de los compañeros del primer binomio está en la parte alta de la red y se dispone a ejecutar el paso. Es el momento más crítico de la prueba. Desde abajo le observa mientras sigue pensando en su momento. El camarada ejecuta pero no lo hace bien, y cae desde lo alto al agua. Desde arriba hasta el impacto lo ha seguido con su mirada. “Joder, valla hostia se ha dado”. El grito del compañero, el ruido del golpe en el agua la escena en general, le acaban de inducir un estado de miedo que se añade a su estado general.

    

    


Con su compañero nadando para salir del agua, llega su turno. Se acerca hasta la posición del profesor y este le vuelve a dar la explicación técnica para superar el obstáculo. Escucha, pero no oye. Su estado le merma esta capacidad y su mente le hace focalizarse solo en lo que entiende es una amenaza, la red. Aun así, tiene la capacidad de salir de ese bucle por un momento y se centra en las palabras del profesor. Así va a estar durante toda la explicación, en esa rueda que le lleva y le trae hasta la misma.

Terminada, se coloca en el borde del foso, mira hacia arriba para ver los casi ocho metros de altura de la red que tiene a un metro y medio de distancia frente a él y piensa: "tengo que tener la fuerza suficiente para saltar y llegar a engancharme" Ese es su objetivo inmediato. No quiere por nada del mundo volver a mojarse con el agua tan “jodidamente” fría. Él pesa ahora entorno a los 70 kilos, a los que hay que sumar el “chopo” y el equipo. Y cosa importante, ambos van completamente mojados lo que seguramente supongan otros 10-15 kilos adicionales. Ahora, con esto, tendrá que sacar fuerzas necesarias para dar el salto que necesita para llegar a la red.

Escucha la orden para iniciar, salta, y lo consigue. Descarga de adrenalina una vez se ve colgado y a sacar fuerzas para empezar a subir.

   

El profesor no deja de instruirlos y les arenga para que no cejen en su confianza. Está sacando toda la fuerza que le queda, el desgaste es grande pero el esfuerzo le hace no separarse en los escasos centímetros que le separan la cara de la red. Su binomio está ya arriba. Le invade la sensación de fracaso. “Joder, él arriba y yo aquí todavía”. Mientras intenta mover los brazos y las piernas de forma sincronizada como se le ha explicado y sin dejarse vencer, de fondo escucha al profesor dirigiéndose a su compañero en la parte superior para repetirle lo que tiene que hacer. Por lo que le ha parecido entender a duras penas de esas palabras, su binomio no parece que está siguiendo la instrucción como debería. Al momento, le ve caer por el otro lado de la red cual piedra descontrolada antes de impactar contra el agua.

    

De inmediato la voz recia y fuerte del profesor se dirige a él para desbloquearlo y sacarlo de este espacio temporal en el que se encuentra tras ver a su compañero caer. Con esa compañía verbal llega al alto. Automáticamente las cosas cambian para él.
Está a casi 10 metros del agua. Se mueve descontrolado por el vaivén de la red, siente una enorme inestabilidad y se percibe así mismo sumamente vulnerable e inseguro. Bajo él, metros que pueden ser de caída y un agua oscura como telón de fondo que le provocan miedo y el no saber cómo reaccionar paralizándolo por un momento.
El cuerpo humano es sabio y está actuando ante esta situación. El sistema nervioso simpático hace que incremente la frecuencia cardíaca como respuesta al estrés, preparándolo para lo que interpreta como un peligro. Para ello el sistema se debe alimentar de la energía acumulada que, en estas circunstancias y a estas alturas de la fase, no es mucha. Aumenta los niveles de epinefrina y norepinefrina que dilatan los bronquios, los pulmones y los vasos que irrigan el corazón, a la vez que tensa los músculos.

   

Se centra en escuchar al profesor que le dice cómo ha de ejecutar. Por el contrario, no se siente seguro con lo que escucha, su mente le hace dudar de los consejos y se debate entre ejecutar como se le está indicando, o hacerlo como él cree que tiene que hacerlo en base a la sensación de seguridad que le da su forma de pensar.

A esa altura y viendo solo el fondo del agua que parece un abismo, el alumno nota como vuelve a actuar la vasoconstricción en su cuerpo. El miedo activa esta reacción que reduce los niveles de oxígeno en la sangre haciendo que el corazón se acelere, pero sin rendimiento. Las capacidades motoras caen, los músculos se contraen y se puede incluso perder la visión más cercana. El frío, la privación de sueño, la carencia de alimento todo, incrementa el proceso de la vasoconstricción. Y por supuesto, todo esto dificulta el entendimiento, disminuye el tiempo de reacción, afecta la capacidad de procesamiento de la información, reduce la memoria a corto plazo, inhibe la motivación y el estado de alerta, y minimiza los niveles de paciencia. Como vemos, una alteración total de la capacidad psicológica y psicomotriz del individuo.
Es aquí donde vemos como el hombre lucha contra sí mismo. Dos reacciones/funciones actuando a la vez. El sistema nervioso generando unas acciones y la vasoconstricción otras.


Y es esta una de las partes importantes en las que trabaja esta formación de perfeccionamiento que es el curso de operaciones especiales de la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales. Es bajo estas situaciones donde se facilitan al individuo las herramientas y mecanismos para que sean capaces de superar los momentos de colapso y de bloqueo. Lo forman y estructuran para que sea capaz de superarse a sí mismo para hacer frente a la misión.
En el curso no se deja nada al azar. La psicología es uno de los motores humanos y aquí se estudia y trabaja para que el alumno aprenda a gestionarla y manejarla de la mejor forma.

Pero volvemos a la parte alta de la red donde se encuentra el individuo que, bajo las condiciones en las que está, debe ser capaz de superarlas una por una para tomar la decisión. Desde abajo el profesor le ordena que actúe y tiene que hacerlo ya.
¿Venzo el miedo y ejecuto sabiendo que puedo caer o decido no hacerlo, asimilo lo que eso supone, pero no me arriesgo al hostión y a volverme a mojar?


Con la presión de la orden incesante del profesor que escucha muy de fondo y cada vez más tenue por su estado, y haciendo frente a sus dudas y miedos el alumno decide.
Con esfuerzo se sujeta con todas las fuerzas que le dan sus manos en el lado contrario de la soga, eleva su pierna derecha sobre el cable tensor del que cuelga la red mientras no deja de moverse inestablemente, y la hace pasar para que detrás de ella le sigua el cuerpo hasta situarse al otro lado. Allá va!
Sus pulsaciones están en la llamada zona roja.

 



Inmediatamente, sin prácticamente haberse enterado, el alumno escucha el infernal sonido del agua y las burbujas de aire alrededor de su cabeza; nota el filo del agua heladora golpeando su cara y, paradójicamente, siente el doloroso ardor por todo su cuerpo que le produce el uniforme empapado pegándose a su piel. Sale a la superficie, da una bocanada de aire y de inmediato escucha la voz del profesor. ¿Está usted bien?
Gracias a esa pregunta el alumno sabe a dónde mirar. Le responde como tiene que responderle,  ¡Si mi capitán!
Este le ordena: ¡salga del agua y vuelva su posición!
No hay más que decir.

  


Nada a duras penas para mantenerse a flote hasta llegar a la otra parte del foso sin poder pensar en nada, sube por la escalera como puede y el "fresco" de la intemperie abraza su cuerpo mojado.
Mientras se dirige al flanco de la red para volver a esperar su turno, su mente empieza a reaccionar. Está colapsado. Solo puede pensar en el frío que siente, en que no le quedan fuerzas para nada y en que no quiere volver a pasar por “esa mierda otra vez”.


No puede escuchar nada de lo que a su alrededor se está diciendo porque solo oye el fuerte golpeteo de sus dientes inducido por el desagradable frío y temblor que padece. Golpeteo que se acelera y se hace más ruidoso en su mente.

Ahí está de nuevo, en la casilla de salida. No sabe los minutos que están pasando, pero está sintiendo que lleva “ahí plantado” sobre un charco de barro, una eternidad. No sabe si aguantará mucho más. No puede salir de su bucle de pensamientos negativos. Mira al compañero que está ejecutando, pero no ve.


El tiempo de espera se está haciendo más largo de lo que debería porque ese compañero que está colgado, lleva ahí más de lo que tenía que llevar. Se ha bloqueado y no realiza movimiento alguno. Las voces que el profesor dirige al compañero le suenan de fondo, muy de fondo, y por momentos deja de oírlas pero eso cambia en un momento. Le ha parecido oír las palabras ¡baja del curso!.
Esto llama su atención lo suficiente como para abstraerlo de su realidad y obligarle a centrar su mente en ese momento.
El profesor se estaba dirigiendo al compañero al que le decía:

X, si no puede reaccionar, si se ha rendido y no quiere continuar tiene la posibilidad de pedir la baja. ¿Es eso lo que quiere?

Le quiere hacer reaccionar y seguidamente le motiva intensamente para que no se deje vencer.

Pero parece que en este caso el compañero ha decidido no continuar, y así lo manifiesta. Se le ordena que salga de la red hacia el borde del foso. El alumno desde el flanco está viendo lo que ocurre y ha centrado su atención en lo que está pasando con su compañero. Se detiene la prueba por unos minutos. El profesor se aparta a un lado con el peticionario de la baja para aconsejarle, hablarle sobre la situación que está enfrentando y sugerirle que valore su decisión. El alumno, que no puede escuchar la conversación no quita ojo de encima al profesor y a su compañero ahí en la distancia. Sin saber el tiempo que lleva en el flanco y sin tener claro lo que está pensando, ve como el profesor se da la vuelta, avanza unos metros desde donde se encontraba y con un gesto se dirige a él mientras menciona su número y le ordena que se presente en su posición para ejecutar. Es su turno.

   

Mientras tanto su compañero X abandona la estación junto a los dos sanitarios que le acompañan para darle ropa de abrigo. Ahí termina el paso de ese soldado por el curso de operaciones especiales.

   

Otra vez frente a la red y por un momento es capaz de valorar lo que acaba de pasar con su compañero, lo asimila y se dice así mismo que él no quiere abandonar. Está ahí porque es lo que desea y tiene que vencer el obstáculo. Ahora si escucha y además oye al profesor que le vuelve a explicar la técnica para, en palabras del mismo, “evitarle volver hacer de hombre rana en el fondo del foso”. Le dan la orden de iniciar, salta, alcanza la red y se agarra fuertemente, trepa, llega arriba, se enfrenta al miedo, vence el sentimiento de vulnerabilidad inducido por el movimiento inestable de la red, sigue los pasos que le han indicado, saca fuerzas para sujetarse a la soga, eleva la pierna sobre la sirga tensora, se dispone a pasarla al otro lado para que su cuerpo voltee y……

  

    

    

    

   

Su descarga de adrenalina le ha hecho no ser consciente del todo de lo que acaba de pasar pero ahí está, sujeto a la soga e intentando colocar las piernas firmemente entre la malla. Ha superado el objetivo. Se ha enfrentado y ha vencido. 
Y lo ha hecho porque ya en el suelo, mientras estaba en el bordillo del foso frente a la red, calado hasta los huesos, jodido de frío y creyendo que no le quedaban fuerzas, ha sabido gestionarse, se ha enfrentado a sí mismo y ha decidido afrontar la prueba con la intención de superarla. Y así lo ha hecho.

Desciende de la red poco a poco sintiendo la plena satisfacción de la victoria porque aquí, en el curso, con el entrenamiento intenso y efectivo en entornos controlados y aplicando los procedimientos psicológicos adecuados, es como se les enseña a pensar, a gestionar, a trabajar y a ejecutar.



04 diciembre 2023

SEMINARIO DE VUELO EN MONTAÑA DE LAS FAMET

Francisco Francés Torrontera, redactor, fotógrafo, freelance, defensa, ejército, aviación aeronáutica, helicópteros, operaciones especiales, fotografía
Durante las primeras semanas del recién terminado mes de noviembre, las FAMET realizaron su seminario de vuelo en montaña liderado por el BHELMA III, llevado a cabo en La Rioja para la instrucción en zonas de media montaña, y en la provincia de Huesca para los vuelos en alta montaña.

Para contextualizar, el Batallón de Helicópteros de Maniobra III (BHELMA III), dada su ubicación y las misiones que empezó a realizar desde su creación en 1974, trabajando estrechamente durante décadas con las Unidades de Montaña de nuestro ejército, se especializó en el vuelo sobre este medio. A lo largo de casi cincuenta años sus tripulaciones se han instruido en las técnicas de vuelo específicas, las han adaptado para volar con los diferentes modelos de helicóptero que han operado, y las perfeccionan para seguir llevando a cabo sus misiones con las máximas garantías de seguridad, a la vez que instruyen al resto de batallones de las FAMET.
Con participación de prácticamente todas las unidades de las fuerzas aeromóviles a excepción del BHELMA IV, el seminario se compuso de una fase teórica en la que instructores del tercer batallón impartieron las materias específicas y expusieron las técnicas de vuelo concretas para operar sobre el medio, para posteriormente pasar a una fase de vuelos en la que poner en práctica los conocimientos y esas técnicas propias para evolucionar en montaña. La localización de BHELMA III antes mencionada próximo a zonas de media montaña como son las sierras de la Demanda, Cameros o Cebollera en la cordillera ibérica y la sierra de Cantabria al norte de la provincia, permitió a las tripulaciones evolucionar de menos a más en la aplicación de las técnicas para operar sobre un medio complicado para el vuelo con helicópteros.
Tras la primera semana de contacto con la media montaña, la segunda se realizó desde la provincia de Huesca para llevar a cabo los vuelos esta vez, ya en alta montaña sobre el Pirineo aragonés. Fue solo el BHELMA III el que realizó esta última parte del seminario en la provincia alto aragonesa.

    
  

  

Dadas las particularidades de los helicópteros, capaces de volar a bajas velocidades, realizar estacionarios y evolucionar a bajas alturas, la montaña y sus propias características suponen un gran reto para las tripulaciones a la hora de volar entre ellas. Por regla general, la mayoría de los pilotos de helicópteros desconocen la verdadera naturaleza de la montaña, lo que hace que las mismas sean percibidas en la mayor parte de las ocasiones como obstáculos o barreras que deben ser evitadas o sorteadas.
Aun así, la montaña es un medio en el que se desarrollan operaciones militares y en el caso que nos concierne, el empleo del helicóptero explotando la tercera dimensión lo convierte en una de las mejores herramientas, si no la mejor, para evitar o en su caso reducir considerablemente el problema de falta de movilidad de las tropas de superficie en entornos abruptos y tan limitantes como son las montañas y sus desniveles, sus barrancos y sus valles.

Ahora bien, la única forma de poder realizar esas operaciones y misiones con éxito será utilizando los helicópteros de la forma adecuada, volados por tripulaciones con los conocimientos que les acrediten para evolucionar con seguridad sobre un medio que puede llegar a ser sumamente hostil. Es la montaña y solo ella, la que decide cuando se podrá volar entre sus entrañas, y cuando no lo permitirá. 

Todo piloto, desde el momento que recibe sus alas, tiene los conocimientos necesarios que le permiten volar su aeronave en condiciones que se entienden normalizadas. En el caso de nuestras FAMET además, las tripulaciones están adiestradas para el vuelo nocturno, nocturno GVN, táctico e instrumental. Con todos estos conocimientos serán la experiencia, las horas de vuelo y el constante estudio los que “irán creando” un piloto capaz de volar su aeronave en las misiones propias de su unidad, de la forma más segura y con las máximas garantías de éxito.
Entendidas, conocidas y constantemente trabajadas esas condiciones normalizadas y también las tácticas en las que se desenvuelve el piloto militar, el vuelo en montaña va hacer que este se enfrente a situaciones totalmente desconocidas. Situaciones a las que en muchas ocasiones es difícil encontrar una explicación, pues contradicen las normas y las teorías que se aplican al vuelo con helicóptero. Todo esto va a exponer al piloto a situaciones de estrés que generarán miedo.
Este, en una profesión como la del piloto  requiere saber ser gestionado ya que además genera tensión y esta, si no es trabajada de la misma forma le llevará a actuar de forma incorrecta aumentando los riesgos.
Una parte importante de la formación para el vuelo montaña es enseñar y dar las herramientas necesarias para gestionar todo lo mencionado. Deberá aprender a mantenerse constantemente alerta a la vez que debe hacerlo físicamente relajado. No se trata de suprimir el miedo, si no de controlarlo y usarlo a su favor.
 
 

 

Adquirido ese conocimiento necesario que permita al piloto afrontar y enfrentar esta situación, que es la que afecta a la parte personal del individuo, lo siguiente es conocer aquello que afecta al pilotaje en la montaña. Son cuatro los elementos fundamentales que condicionan este vuelo empezando por el relieve, seguido de la aerología, la meteorología y la altitud. Además, fundamental es conocer también como afectan fisiológicamente las evoluciones a elevadas altitudes, y los síntomas y consecuencias con los que puede encontrase el piloto mientras vuela.

Cuando hablamos de la montaña es probable que las personas tengamos conceptos diferentes para definirla. Si le preguntan a un habitante de la meseta central, seguramente su percepción difiera de la que puede tener un habitante de cualquier zona del pirineo. Así pues, pare establecer un criterio sobre el que poder trabajar, es interesante conocer la definición de los expertos en la materia, geógrafos y geólogos, que la definen como una zona o región con desniveles mínimos de 600 metros, con aristas afiladas, barrancos profundos y valles y laderas con diferentes longitudes e inclinaciones. Y todo ello expuesto a una climatología propia que genera meteorología particular y rápidamente cambiante.
El vuelo en helicóptero es un vuelo cercano al suelo y, en consecuencia, las evoluciones a lo largo del relieve montañoso generarán en la tripulación una serie de sensaciones e ilusiones propias para las que deberán estar preparados. Una ilusión no es sino la incapacidad de obtener una percepción real del entorno/terreno respecto a la posición en la que se está en ese momento. La pérdida o alteración del horizonte motivada por las pendientes de las paredes, o la imposibilidad de determinar distancias, producen sensaciones sobre el piloto que pueden dificultar la apreciación real de la altura y de las trayectorias. Todo ello lleva a generar unos efectos determinados durante el vuelo como son, el efecto de ladera ascendente o descendente, el efecto de la pendiente, de la ladera cruzada, el efecto pared o el del paso del terreno.
Todos ellos el piloto ha de saber identificarlos y sobre todo, ha de saber reaccionar para evitarlos y/o corregirlos a tiempo.




Otro de los factores importantes en montaña, si no el que más, es la aerología. Sobre este medio el viento deja de comportarse como se espera, para actuar totalmente condicionado por el terreno con comportamientos que si se desconocen, se entenderán como anárquicos sin lógica alguna. Entendiendo que un piloto se forma y aprende a volar sobre terreno llano, su conocimiento sobre el viento le hará entenderlo como un fenómeno horizontal. Para volar en montaña deberá conocer todos los factores que influyen sobre las corrientes de aire, y como estos hacen evolucionar a los vientos cerca del suelo, a lo largo de las paredes y laderas, en las zonas de barlovento, a sotavento, en circos, en collados, en pináculos o cretas, en valles, en barrancos o sobre una cordillera. Sobre cada tipo de terreno el viento actúa de formas diferentes, con características propias.
Los vientos vendrán generados por los sistemas de altas y bajas presiones que en función de una u otra, se traducen en dos tipos de condiciones aerológicas. Las altas presiones mejoran la aerología generando vientos suaves y variables que estarán acompañados de buena meteorología y una gran visibilidad, mientras que las bajas presiones generan vientos de moderados a fuertes turbulentos e inestables. Atendiendo a las características descritas, queda claro cuando se generan las mejores condiciones para el vuelo aerológicamente hablando.
Así pues, las tripulaciones encontrarán, condicionados por el relieve, los llamados vientos dominantes, vientos de valle o de montaña, vientos locales producidos por fenómenos anabáticos y/o catabáticos que se verán influidos por los vientos dominantes y de valle mencionados, vientos convergentes, divergentes, canalizados o el inesperado momento del viento nulo.

Vista de forma general la manifestación de los vientos, las tripulaciones deberán conocer su efecto y comportamiento a lo largo de una o varias cadenas montañosas, de una montaña aislada, en un barranco, en un circo, en un collado, en una ladera o a lo largo de un valle como arriba se describía, y deberán aprender a identificar la denominada línea de demarcación que no es si no línea que separa el aire suave ascendente del aire turbulento descendente.
Evolucionando cerca del suelo y realizando tomas y despegues, fundamental es conocer todo lo que pueda ocurrir cerca de este. Pegada al terreno se encuentra también la llamada capa límite, que es el estrato de aire perturbado por la presencia del terreno con el que está en contacto. El espesor de esta capa podrá variar en base a la intensidad del viento, y condicionará además de las evoluciones, las tomas y los despegues.
La superación de los obstáculos que realiza el viento para seguir su camino condicionada por la forma de dicho obstáculo, hace que este se comporte de diferentes maneras. Lo hará en forma de turbulencia creando movimientos turbillonarios y rodillos horizontales y verticales, turbulencias descendentes, de cizalladura, de reacción o convectivas que, durante la evolución del helicóptero pueden provocar la pérdida momentánea de control.

Mencionados de forma resumida en estas líneas los condicionantes que le influyen y los comportamientos del viento en la montaña, el conocimiento profundo de esta materia al que deben llegar las tripulaciones les permitirá beneficiarse de él si lo utilizan adecuadamente, o por el contrario, se pueden llegar a enfrentar a serios problemas si desconocen este aspecto fundamental para la utilización del helicóptero en la montaña.

     

     

Otro de los factures descritos al principio es la meteorología. El propio medio (montaña)  hace que esta sea cambiante, lo haga en espacios de tiempo muy cortos y genere condiciones muy desfavorables.
En la meteorología influyen factores como la conducción, que no es sino el calentamiento de la superficie durante el día y su enfriamiento por la noche. También la convección térmica o mecánica, las condiciones de humedad, temperatura y todo en su conjunto generará nubes y también nieblas que pueden ser orográficas, de irradiación o neblinas cada una con sus propias características. Y será la meteorología precisamente la que condicione los vientos generando los antes mencionados de valle y de montaña, las ascendencias o las ondas de montaña.
Puede ser común empezar el vuelo en un valle con unas condiciones que se estimen adecuadas, y no poder llegar a las zonas altas de montaña que estaban despejadas al inicio del mismo por un cambio rápido de la meteorología o viceversa, evolucionar por una zona montañosa y cerrarse el valle en cuestión de minutos. Lo mismo podrá pasar evolucionando en circos, pináculos, cretas o collados donde las nubes y nieblas aparecen con una rapidez que para el que lo desconoce, puede ser difícil de entender.


Y el último de los factores a tener en cuenta para el vuelo en helicóptero en zonas de montaña, es la altitud. Esta reduce la altitud de densidad que tiene como consecuencia la reducción del rendimiento de las palas, de la eficacia del rotor de cola y la dismetría provocada por la diferencia de sustentación entre la pala que avanza y la pala que retrocede. Será necesario que las tripulaciones tengan en cuenta para sus cálculos de potencia, la disminución que se produce de la presión atmosférica del aire de una pulgada por cada mil pies de ganancia en altura, a lo que habrá que sumarle las variaciones de la temperatura. Estas caerán entorno a los dos grados por cada mil pies de ascenso y si por el contrario, las mismas fueran altas, provocarán la elevación de la altitud de densidad que aumentará los efectos de pérdida mencionados más arriba. Además, si las condiciones se presentan con humedad, a bajas temperaturas será muy importante que el piloto tenga presente el posible engelamiento sobre las superficies del aparato, y deberá reconocer los efectos que se generan cuando este se empieza a manifestar.

 

Pero además de estos factores relacionados con el vuelo, la altitud también puede traer consigo una serie de problemas fisiológicos a las tripulaciones que les será imperativo conocer para, a su vez, reconocer sus síntomas y actuar en consecuencia.
La complicación más concurrente que se puede presentar volando en montaña es la disminución del oxígeno en el tejido provocando lo que se conoce como hipoxia. La más común es la hipoxia hipobárica que se podrá manifestar al realizar vuelos prolongados por encima de los diez mil pies. Otra patología asociada al vuelo en montaña será la provocada por la imposibilidad de homogeneizar las presiones de los gases  corporales, que recibe el nombre de barotrauma. 

  


      

Una vez que las tripulaciones han conocido en profundidad los factores hasta aquí descritos de forma somera y sus repercusiones para el vuelo, lo siguiente en lo que deberán instruirse será en las técnicas de pilotaje para volar bajo los condicionantes que presenta la montaña.

Queda claro por estas condiciones, que este es un vuelo que disminuye de por si las capacidades de las aeronaves, obligando a prestar mucha atención a la potencia disponible. Importante será entrar en tablas si fuese necesario para calcular la potencia máxima disponible en base al peso, las alturas y temperaturas a las que se vaya a operar, lo que permitirá poder afrontar las tomas y los despegues, realizar estacionarios HOGE e HIGE, o frustrar la maniobra durante las aproximaciones con las máximas garantías de seguridad. Importante será también trabajar de forma adecuada las velocidades MCP, Vtos, indicada, de potencia mínima, etc. para disponer de los márgenes necesarios con los que afrontar todas las maniobras.
Planificación exhaustiva de la misión y el vuelo, reconocimientos minuciosos del terreno aplicando las técnicas adecuadas, decisiones firmes a la hora de realizar las evoluciones y respetar el punto de decisión por encima de todo, ayudarán a mantener la seguridad.

  


Ni que decir tiene, que en función del tipo de helicóptero que se vuele se dispondrá de más o menos margen para operar, y la planificación y las formas de ejecutar serán diferentes.
Helicópteros con grandes potencias y aparatos biturbina dispondrán de mayores márgenes para afrontar las maniobras  volando más alejados de sus límites operacionales, en comparación a lo que podrá ocurrir con aparatos con potencias reducidas, que volarán cercanos a sus límites con mayor frecuencia.

      

      

Interesante fue en este seminario el intercambio de experiencias entre las tripulaciones de los diferentes modelos de helicóptero que opera cada batallón, así como las exposiciones de características, capacidades y limitaciones de cada uno de ellos para realizar los vuelos y evoluciones que tendrán que llevar a cabo durante el desarrollo de operaciones en montaña, en base a su misión concreta. También se planteó una exposición de objetivos para los sucesivos seminarios en los que se manifestó como interesante la necesidad de realizar instrucción de vuelo en patrulla y en formación sobre el entorno de montaña. Los batallones vuelan de forma diferente condicionados por el modelo de helicóptero con el que operan, por la misión concreta de cada uno de ellos, y por la formación que reciben sus pilotos en base a estos motivos descritos. A la hora de integrar en una patrulla, o en un mismo grupo/subgrupo táctico diferentes modelos de helicóptero con sus respectivas prestaciones y capacidades, con sus tripulaciones instruidas de forma diferente y todo ello sobre un medio tan exigente y complejo, requerirá de una instrucción que lleve a desarrollar una base de procedimiento para este tipo de misiones y evoluciones de forma conjunta sobre la montaña y alta montaña. Sin duda un reto interesante.